Producir y proteger
Entre quebradas, pastizales y el cauce del arroyo Don Esteban, en el departamento de Río Negro, se extienden los pastizales de Las Lilas, el más reciente registro de Área de Alto Valor de Conservación forestal en nuestro país. En este entorno, las especies nativas encuentran refugio en medio del paisaje productivo. Esta nueva designación demuestra que es posible producir y conservar en equilibrio.
En la zona de Grecco, departamento de Río Negro, un conjunto de aves nativas convirtió al paisaje en algo que va más allá de un campo productivo: ese espacio es hoy la más reciente Área de Alto Valor de Conservación (AAVC) registrada por una compañía forestal en el país. ¿Su nombre? “Los pastizales de Las Lilas y sus aves asociadas”, inscrita por la empresa Montes del Plata.
Pero, ¿de qué se habla cuando se menciona una AAVC? Un Área de Alto Valor de Conservación refiere a un espacio dentro de un paisaje natural o productivo que posee características biológicas, ecológicas, sociales o culturales especialmente valiosas, y que por eso requiere un manejo y protección particular. El concepto proviene de los estándares internacionales del Forest Stewardship Council (FSC®), una certificación que promueve la gestión forestal responsable y de la que participa la empresa.
En este caso, fueron los pastizales de gran valor en especies de aves lo que permitió la designación de este espacio como tal. “Queremos que las aves tengan el lugar apropiado con las mejores condiciones para vivir, reproducirse y alimentarse”, explica la coordinadora del Sistema Integrado de Gestión de Montes del Plata, Magdalena Pelufo.
PARAÍSO AVIAR
El área de Las Lilas abarca 248 hectáreas, de las cuales unas 220 son pastizales naturales en muy buen estado de conservación. Allí, el paisaje combina praderas abiertas con bosques de quebradas y zonas ribereñas: una variabilidad ambiental que permite la existencia de una amplia biodiversidad.
“Esta área está al borde del arroyo Don Esteban, lo que permite tener una variabilidad de ambiente y una importante área de pastizal”, detalla el coordinador de Medio Ambiente de Montes del Plata, Horacio Giordano.

Entre 2022 y 2024 se realizaron monitoreos en el predio que permitieron identificar 16 especies de aves especialistas de pastizal, de las cuales seis están consideradas prioritarias para la conservación por el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Entre las especies registradas en el área se destacan el ñandú (Rhea americana), la martineta (Rhynchotus rufescens), la ratonera aperdizada (Cistothorus platensis), el curutié ocráceo (Limnoctites sulphuriferus), el coludo chico (Emberizoides ypiranganus) y distintos capuchinos (Sporophila spp.), aves emblemáticas de los pastizales del cono sur.
En total se han logrado identificar 125 especies de aves en el predio, pero las especialistas de pastizal prioritarias son las que merecen un cuidado especial y por las que se prioriza la conservación de la zona.
ABRIR LOS OJOS
La definición de un AACV se basa, principalmente, en los requerimientos y propuestas de la norma internacional FSC ‒en el caso de las empresas que se rigen por esta certificación‒. Esta reconoce ecosistemas o áreas naturales con características particulares que los vuelven de alto valor biológico, paisajístico o cultural: “Pueden ser pastizales, aves o un factor cultural lo que haga que el sitio sea definido como AAVC”, explica Pelufo.
¿Cómo se descubren? A través de monitoreos realizados por expertos que recorren, observan, registran y proponen su designación. En este proceso, las herramientas tecnológicas, como cámaras, han brindado grandes avances. “En Uruguay, cada empresa certificada tiene sus propias áreas, que se gestionan de forma voluntaria, más allá del Sistema Nacional de Áreas Protegidas”, agrega Pelufo.
El proceso de monitoreo y cuidado implica una fase previa de investigación y otra de gestión activa. Giordano describe el trabajo de campo de la siguiente forma: implica “pasar varios días recorriendo el área, reconociendo cantos de aves y anfibios, observando huellas y colocando cámaras trampa. Lo que se busca es relevar el área y entender qué especies están presentes y cuáles son realmente importantes porque solo se encuentran allí”.

INDICADORES CLAVE, MANEJO Y PARTICIPACIÓN
Una vez identificados los atributos existentes, comienza una segunda etapa: definir los indicadores de conservación para el espacio y diseñar un plan de manejo alcanzable y concreto. Para Giordano, allí se encuentra la clave del éxito: “Tenemos que saber qué queremos medir para asegurar que el área sobreviva en el tiempo. En el caso de Las Lilas, definimos indicadores para aves y para pasturas, porque queremos conservar el pastizal en función de los animales que viven en él”, dice.
Por eso, el proceso no termina con el registro del área; podría decirse que ese es el punto de partida. En esta etapa, la información relevada se comparte con los gerentes de la empresa, así como con quienes trabajan en el campo día a día. Además, se abre una consulta pública para recibir aportes de vecinos, expertos o instituciones. “Es una manera de mejorar el plan de manejo y asegurar la transparencia del proceso”, detalla Pelufo.
LA CONVIVENCIA COMO BASE
La experiencia de Las Lilas reafirma un principio que el sector promueve desde hace mucho: la producción forestal y la conservación pueden convivir. “En principio, no hay problema de convivencia porque las forestaciones están alejadas de estos espacios: hay que dejar hasta 30 metros de bosque nativo”, explica Giordano. “Esa es la gran virtud de este sistema: permite producir y conservar dentro de un mismo paisaje”, agrega, mientras añade que “tenemos casi treinta años de monitoreo que respaldan esta afirmación”.
Según señala el experto, preservar los pastizales de Las Lilas es una forma de conservar una parte de la historia ecológica del país, dado que en Uruguay los pastizales han sido transformados durante décadas por la agricultura y la ganadería y, por lo tanto, quedan pocos en estado natural.
Esta es la novena AAVC que Montes del Plata registra en el país y la primera vinculada a pastizales. Entre las otras destacan palmares en Rocha, protección de lagartijas endémicas en Paysandú y humedales en Durazno. Pelufo explica que, para 2030, la empresa tiene el objetivo de conservar al menos el 42% de sus áreas naturales y mantener el 90% de las especies nativas identificadas en sus predios.
Apuestas de este tipo no solo fortalecen la estrategia de sostenibilidad de las empresas forestales, sino que ofrecen un modelo replicable. “Este esquema de trabajo podría aplicarse a otras producciones”, dice Giordano.
Para lograrlo, el ingeniero agrónomo señala como imprescindible el compromiso de los líderes empresariales. “Este es un lineamiento que debe venir desde las primeras filas de mando, porque si no, nada de esto funciona. Entender eso es fundamental porque es lo que nos permite seguir ampliando las áreas, involucrar a más actores y mejorar, cada año, el equilibrio entre producción y naturaleza”, dice.
El vínculo con la academia y la apertura a la investigación también son factores claves para el éxito de estas iniciativas. “Trabajamos con la Facultad de Ciencias, los expertos hacen sus monitoreos, publican sus resultados y toda la información es pública. Esa transparencia es fundamental”, asegura Giordano.
Justamente, la participación de la academia “permite tener una visión más integral de la situación, porque a veces hacemos un control de especies exóticas en un arroyo y aguas arriba del arroyo no se está haciendo nada, entonces los esfuerzos de alguna manera se desaprovechan”.
La experiencia de Las Lilas traza un camino claro: producción y conservación no son términos opuestos cuando hay compromiso, conocimiento científico y gestión responsable. Es un modelo que, lejos de agotarse en el sector forestal, podría extenderse a otras actividades productivas del país.
ESPACIOS A CONSERVAR
Las Áreas de Alto Valor de Conservación (AAVC) son espacios que, por sus atributos biológicos, ecológicos, paisajísticos o culturales, se consideran de importancia crítica para la conservación. Su identificación y manejo derivan de los estándares de la certificadora internacional Forest Stewardship Council (FSC).
Existen seis categorías de AAVC, dependiendo de sus características. Un área puede registrarse como una AAVC porque es un lugar donde se hallan concentraciones significativas de biodiversidad (como especies amenazadas, endémicas o refugios). También porque son ecosistemas de gran tamaño y valor regional o nacional; así como ecosistemas raros o amenazados.
Por otro lado, también puede ser designado como una AAVC un espacio que brinda servicios básicos a los ecosistemas ‒como protección de cuencas o control de erosión‒. Finalmente, existen categorías vinculadas al factor humano: en este caso se protegen sitios esenciales para las necesidades básicas de comunidades locales o espacios de relevancia cultural o espiritual.
Sin importar a qué categoría pertenezca la AAVC, el objetivo de su registro es mantener o mejorar los valores identificados a través de monitoreo continuo, planes de manejo y participación de la comunidad científica y local.











