Cuando el río suena, agua lleva

Meses antes de conmemorar los 25 años de la ley forestal (Nº 15.939 del 28/12/1987), nos vimos sorprendidos por los anuncios del presidente de la República, don José Mujica, sobre la posibilidad de instalar una tercera planta de celulosa en nuestro país. Más allá del debate inmediato que surge de este tipo de anuncios, sobre quién podrá ser la empresa proponente, su capacidad y lugar de instalación, es relevante señalar la naturalidad con la que se comienzan a evaluar estos proyectos en Uruguay y la evidente potencialidad del sector forestal.
Es muy positivo que lleguemos a analizar de forma objetiva estas inversiones, haciendo un reconocimiento implícito de los beneficios que han generado los proyectos que están en curso en nuestro país.
Hace 25 años la clase política uruguaya y algunos pioneros tuvieron un sueño y generaron las condiciones necesarias para desarrollar un sector forestal potente y responsable. Ellos fueron los impulsores de la realidad actual, a la que llegamos luego de mucho trabajo, esfuerzo, dedicación y compromiso. Algunos de los efectos del impulso forestal son valorados en este número y seguramente superen los anhelos que tenían quienes fueron artífices del sector.
Pero en todo este tiempo, y en toda la cadena productiva del sector, hay un elemento clave que en esta edición destacamos en nuestra nota central: el capital humano. Los más de 20.000 operarios, técnicos, profesionales, empresarios y otros especialistas que son parte de la fuerza laboral que hace crecer, mover y mejorar a nuestro sector. Cuando a un dato estadístico le ponemos cara, nombre y una historia de vida, se hace todavía más tangible el impacto del sector forestal sobre la sociedad uruguaya, y particularmente sobre la vida en el interior profundo. Ser el sector más dinámico en la generación de empleo rural forja una mayor responsabilidad a la hora de determinar el presente y planificar el futuro.
Las empresas que son parte de nuestra gremial han hecho grandes esfuerzos para mejorar las condiciones laborales del sector. Nos enorgullecen los esfuerzos que han realizado para continuar mejorando las condiciones laborales, los salarios, la medición de productividad, la incorporación de nuevas tecnologías, el desarrollo del conocimiento y la investigación. Además, gran parte de nuestros agremiados sistematizan los aportes que la forestación hace a la biodiversidad, trabajan junto a ONG expertas en temas ambientales, publican documentos y acercan información a la población para valorizar las especies y los géneros que son parte de los bosques nativos e implantados. Muchos esfuerzos se han realizado para lograr un sector forestal responsable y sustentable. Por eso es importante dar cuenta de esos logros, para seguir avanzando, porque queda mucho por hacer.
Quiero cerrar este editorial con un reconocimiento a dos grandes de nuestro sector. Días previos al cierre de este número, despedimos físicamente al ingeniero agrónomo Daniel Martino (Cacho) y a don Antonio Arocena (el «Cura»). Con perfiles diferentes, pero con un denominador común: una calidad humana excepcional. Felices los que tuvimos la oportunidad de compartir y verlos trabajar muchos años en aras del desarrollo forestal del Uruguay; los despedimos con tristeza y el compromiso de seguir trabajando para seguir mejorando. A ellos les dedicamos este número y les agradecemos su generosidad.
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