Conservación de fauna en extinción

En tiempos de preocupación por la fauna y el medioambiente, en que se procura devolver a animales que sufrieron el cautiverio a sus hábitats naturales, hay gente que trabaja en silencio para preservar especies y espacios naturales. Son expertos y amantes de la naturaleza que, desde hace más de una década, realizan una tarea de hormigas para lograr la reproducción y la reinserción de especies animales en riesgo de extinción.
Una experiencia excepcional es la del Bioparque M’Bopicuá, cuya existencia seguramente no sea conocida por muchos uruguayos. Este parque fue creado en el año 2000 por la entonces empresa Ence, propietaria del establecimiento que actualmente posee Montes del Plata.
M’Bopicuá cuenta con 150 hectáreas ubicadas en Río Negro, cuyo objetivo principal es la cría de especies de fauna que se encuentran en peligro de extinción, para posteriormente reintroducirlas en su hábitat natural.
En el bioparque hay unos 450 animales de 60 especies diferentes. En ese entorno, hay animales que permanecen en la reserva con fines de reproducción, ya que forman parte de los planteles de cría. Algunos de ellos fueron rescatados de zoológicos o fueron en algún momento domésticos, por lo que están muy apegados al humano y es impensable liberarlos porque sería imposible su supervivencia.
El naturalista Juan Villalba es el director del Bioparque M’Bopicuá. Tiene más de 40 años de experiencia en consultorías internacionales para la conservación de flora y fauna. En un extenso diálogo con Forestal, Villalba narró algunos de los casos de éxito que lo enorgullecen como director del parque, así como también algunos de los proyectos en curso a mediano y largo plazo.
El nacimiento del oso Pereira
Uno de ellos es el proceso llevado adelante para la reproducción del oso hormiguero pequeño. Se trata de una especie –tamandúa– considerada rara en Uruguay. Hasta hace unos años se pensaba que estaba restringida a Cerro Largo, pero estudios posteriores constataron su presencia en algunas zonas del litoral.
Es una especie que en Uruguay, explicó Villalba, básicamente sufre por la presencia de perros en las estancias. A esto se suman “personas inescrupulosas, que matan por matar”, afectando a la especie. “No es un animal comestible, tiene olor desagradable. Cazan por cazar”, dijo. Y a estas situaciones se suma que algunos mueren en cruces de carreteras.
Los expertos de la reserva recuperaron un grupo de ejemplares que aparecieron en ciudades o pueblos (no fueron capturados). “Previa coordinación con Fauna [de Dinama] formamos un grupo de siete ejemplares reproductores, de los cuales hemos logrado en dos años, siete crías”, dijo orgulloso Villalba.
El primer ejemplar nació el 10 de setiembre de 2014 y se llama Pereira, porque nació cuando se inauguró la planta Punta Pereira. Luego nacieron seis más.
El oso hormiguero aún no se ha reinsertado, seguramente se concrete el año próximo.
“Somos los únicos que hemos logrado reproducir esta especie en cautiverio en Uruguay y en la región, en esta cantidad. Se trata de animales que tienen una sola cría por vez y que tienen una serie de exigencias en alimentación y una dieta muy específica”, comentó el naturalista.
Se estima que este animal come unas 10.000 hormigas por noche. En la reserva se le prepara una especie de sopa que tiene varios elementos y se logró que estén en muy buena condición. El alimento se prepara al final del día para dárselo en la noche, cuando están en actividad. Villalba señaló que “hay que adaptarse al ritmo de los animales. Por eso a veces no funcionan los zoológicos”.
El Bioparque M’Bopicuá ocupa 150 hectáreas en el departamento de Río Negro, y su objetivo principal es la cría de determinadas especies de fauna que se encuentran en peligro de extinción, para posteriormente reintroducirlas en su hábitat natural.
Actualmente se está realizando una ampliación de las instalaciones para estos osos hormigueros, con ambientes que deben ser calefaccionados. “Tienen árboles, estanques para bañarse. Hay una serie de exigencias y muchas veces no son tenidas en cuenta en los zoológicos naturales”, afirmó el experto. Los cuidados llegan hasta los recipientes para la alimentación, que son de acero inoxidable y desinfectados para cada uso. “Por eso somos excepción, me gustaría que no fuéramos los únicos que logramos reproducirlos y reintegrarlos en la naturaleza”, afirmó.
Reconocimiento de National Geographic
Otros casos de éxito que merecieron el reconocimiento a la reserva por parte de National Geographic es el de los pequeños felinos margay y gato de los pajonales.
Se trata de animales que están dentro de las especies prioritarias para la conservación.
El margay es el más arborícola de los felinos. Está muy adaptado a vivir en los árboles y su anatomía lo acompaña: posee una cola muy larga y sus patas posteriores pueden girar 180 grados, lo cual le da una gran agilidad para cazar aves. En el pasado fue un animal muy perseguido por su piel, por lo que está en serio riesgo de extinción.
Se encuentra en el este del país, en la cuenca del Yaguarón, Rocha, Cerro Largo, Treinta y Tres, Lavalleja, Tacuarembó.
En cuatro años, en el bioparque se lograron cuatro crías de una pareja de margay, lo cual es considerado un éxito, ya que esta especie felina tiene una sola cría por pareja y por año. “Es raro a nivel mundial. National Geographic nos da como referentes, una de las pocas instituciones que ha logrado reproducir este pequeño felino”, señaló Villalba. Y agregó: “Somos optimistas de poder reproducirlos porque están criados en cautiverio”.
El gato de los pajonales es una especie cada vez más rara, ya que su hábitat fue afectado por cientos de años de ganadería, quedando expuestos a depredadores y cazadores.
“Mantener animales en cautiverio tiene que tener un objetivo mucho más trascendente que la exhibición: repoblar zonas naturales y sensibilizar y que conozcan nuestros animales”. Juan Villalba, Bioparque M’Bopicuá.
En la reserva lograron reproducirlos, y es una especie considerada para realizar una repoblación. Ya se cuenta con una segunda y una tercera generación nacidas en cautiverio. “Ese es un indicador del éxito que hemos tenido”, dijo Villalba, quien recordó que el primer gato de pajonal nació en 2007 y fue un suceso destacado internacionalmente.
Además hay otras especies que se están reproduciendo en M’Bopicuá, como yacarés, aves (patos, cisnes, garzas) y puercoespines.
Más liberaciones
En los últimos años fueron liberados 45 coatíes en el departamento de Paysandú, en un establecimiento llamado Santo Domingo que está ubicado a 30 kilómetros de la localidad de Quebracho. En ese mismo establecimiento fueron reingresados yacarés en 2005, en el marco de una experiencia de colecta de huevos. “Se hizo un estudio de la población natural de yacarés y se vio que en los años lluviosos se perdían nidos porque se inundaban ya que estaban en los pajonales o bañados. Por eso la población de yacarés no era importante”, narró Villalba. Los especialistas de la reserva identificaron entonces un nido en riesgo e incubaron los huevos. “Una vez que nacieron 29 crías de 30 huevos, las mantuvimos en cautiverio aumentándolas y cuidándolas y en 2005 fueron liberadas al fondo de Santo Domingo”, agregó. “Hoy vemos yacarés que se han reproducido, son experiencias muy interesantes”.
El desafío del pecarí de collar
Cuenta Villalba que el pecarí se extinguió en Uruguay. Es un cerdo silvestre, de pequeño tamaño, que habitó el territorio, se habla de que había manadas de 400 ejemplares, y desapareció hace aproximadamente 100 años. Villalba dijo que “no se pudo determinar por qué se extinguió. Las informaciones de los últimos ejemplares son escasas, algunos comentarios de investigadores del museo de historia natural, pero a ciencia cierta no se sabe”.
El pecarí de collar es un animal herbívoro que no es depredador. “A diferencia del jabalí que ataca ovejas, corderos, etcétera, el pecarí come a lo sumo algún insecto de la vegetación”, explicó Villalba. Los especímenes de pecarí de collar que están en la reserva se preparan desde hace tiempo para su reintroducción a la naturaleza.
Villalba explicó que previo a cualquier liberación se deben tomar importantes recaudos sanitarios para evitar que el animal introduzca en la naturaleza alguna enfermedad o alteración que haya adquirido en cautiverio. Se realizan muchos estudios y hay un período de pre adaptación antes de la liberación. En esa etapa –que abarca varios meses– los animales comienzan a recibir alimentos similares a los que encontrarán en la naturaleza. Los especímenes de pecarí de collar con los que cuenta la reserva están recibiendo frutos y palmeras hace un año. “Se trata de un proceso de mediano plazo”, afirmó el naturalista.
Experiencias inéditas
Villalba dijo que estas experiencias de reproducción e reintroducción de especies son “inéditas” en Uruguay, salvo alguna excepción como las tareas efectuadas por dos productores uruguayos, uno en Tacuarembó y otro en Rocha: “Ellos protegieron una especie común que estuvo por extinguirse: el venado de campo. Por diferentes causas, como enfermedades del ganado doméstico, cacería, alambrados, esta especie fue diezmada y sobrevivió gracias a que dos productores rurales le dieron protección en sus campos en las décadas de 1970 y 1980”.
“Mientras otras actividades productivas hacen uso de todo su territorio y campo –como la ganadería–, las empresas forestales conservan áreas sin tocar y aisladas”. Juan Villalba, Bioparque M’Bopicuá.
Villalba destacó que en Uruguay la forestación no elimina montes nativos ni altera ambientes naturales. “Se trabaja sobre suelos que ya han sufrido degradación. Hay algunas especies que incluso se han beneficiado, como el guazuvirá, que ha aumentado considerablemente su presencia ya que ha encontrado refugio en plantaciones de eucaliptos”.
“En las visitas, los escolares conocen especies como el lobito de río, el erizo o diferentes felinos, que difícilmente puedan ver en la naturaleza por sus hábitos nocturnos y de monte”. Juan Villalba, Bioparque M’Bopicuá.
El Bioparque M’Bopicuá no está abierto al público general y eso muchas veces frustra a quienes se enteran de que existe y quieren visitarlo. “No podemos afectar el hábitat de los animales. En la época de reproducción necesitan aislamiento porque son recelosos de su cría, pueden abandonarlas o incluso matarlas por estrés”, explicó su director.
De todas formas, surgió una demanda hace diez años desde organismos de enseñanza para que se pudieran habilitar visitas escolares. Las mismas se realizan solamente entre marzo y agosto, que es cuando no hay actividad reproductiva, y son muy limitadas. En el marco de ese programa, en la última década el bioparque recibió a 32.000 estudiantes.
Descargar versión PDF