• Jueves 08 de mayo de 2025

Bosques: un instrumento para la lucha climática

Por Jimena Paseyro

La comunidad científica ya no está sola en la lucha por mitigar los efectos del cambio climático en el planeta. Este fenómeno que hasta hace algunos años era percibido como lejano, exagerado e incluso cuestionable, hoy está en la agenda de temas prioritarios de los gobernantes y empresarios de todo el mundo. Los acuerdos alcanzados en 2015 en París explicitan la urgencia, seriedad y compromiso que exige el nuevo escenario. La clave está en mitigar los efectos ya constatados, pero el principal desafío radica en la adaptación a los cambios que hoy experimentamos. En ambos casos, los bosques desempeñan un rol fundamental y la forestación sostenible aparece como una actividad imprescindible para lograrlo.

«Cuando se sientan abrumados acuérdense de un solo elemento, el carbono. El carbono está en el centro de todo. No hay vida sin carbono. Nada que sepamos del Universo. Todo aquello que vive, ha vivido o vivirá, es carbono». De esta forma, el controvertido profesor de química Walter White, protagonista de la serie televisiva Breaking Bad, explica a sus alumnos de secundaria el rol de este elemento en la vida del planeta. La simpleza y contundencia de estas palabras aportan a la hora de comprender qué sentido tiene aumentar el stock de carbono del planeta y el rol que desempeña la forestación en ello.

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc) define el fenómeno del cambio climático como «un cambio de clima atribuido directa o indirectamente  a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos comparables». El término «cambio climático» hoy está presente en charlas de café, informativos, aulas de primaria, manifestaciones ambientalistas y reuniones de los mandatarios más poderosos del mundo.

¿Pero sabemos realmente por qué es importante comprender este fenómeno y por qué urge hacer algo al respecto? El director de Cambio Climático del Ministerio de Vivienda,  Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma) y presidente del Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático, Ramón Méndez, explicó a Forestal: «Estamos teniendo una transformación climática a pasos que nunca se habían verificado en la historia conocida por el hombre. Hablamos del último millón de años, y es cierto que en ese tiempo han ocurrido varios cambios climáticos por causas naturales, pero ninguno a este ritmo feroz. En particular, la concentración de las moléculas que producen el calentamiento global en la atmósfera, llamado efecto invernadero, hoy está en un nivel que en un millón de años nunca se había registrado. Va a haber consecuencias, hagamos lo que hagamos. De hecho, ya las hay y tenemos que adaptarnos».

Casi un centenar de los más de 180 países que presentaron contribuciones nacionales a Naciones Unidas prometieron reducir emisiones mediante la preservación o restauración de su masa forestal.

En el mismo tono expresado por Méndez fue redactado el acuerdo alcanzado en la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático (COP21) que tuvo lugar en París a fines de 2015: «El cambio climático representa una amenaza apremiante y con efectos potencialmente irreversibles para las sociedades humanas y el planeta y, por lo tanto, exige la cooperación más amplia posible de todos los países y su participación en una respuesta internacional efectiva y apropiada, con miras a acelerar la reducción de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero».

El jerarca del Mvtoma considera que ya no hay opiniones contrapuestas respecto a las consecuencias del cambio climático y la conciencia de la necesidad de tomar medidas en el presente. Entre los efectos mencionados por Méndez se destacan aquellos que afectan los ecosistemas y a los seres humanos en particular.

«Hoy hay un aumento de un grado en la temperatura media del planeta. Es muchísimo. Si siguiéramos por este camino, al final de este siglo podríamos llegar a estar a 4 o 6 grados por encima de los valores preindustriales. Eso ya implicó el aumento del nivel medio del mar, olas de calor y fenómenos extremos como huracanes e inundaciones. A su vez, los glaciares del mundo están disminuyendo su tamaño y eso tiene consecuencias sobre toda la cadena ecosistémica. Corremos el riesgo que en poco tiempo desaparezcan países enteros que están a nivel del mar. Algunas simulaciones muestran que, en ciertos escenarios, antes de fin de siglo podría ser necesario desplazar a 1.000 millones de seres humanos que viven en zonas costeras», aseguró.

Carbosur es una empresa uruguaya que brinda servicios especializados en el área de cambio climático. Su director ejecutivo, Álvaro Pérez del Castillo, indicó a Forestal que «el año 2015 fue el más caluroso de la historia desde que tenemos registro. Eso no es casualidad. Y en Uruguay los registros muestran que llueve un 20% más. Esa lluvia no se dispersa a lo largo del año como sucedía antes, ahora tenemos momentos en que llueve 100 ml o 200 ml en un día y después hay una seca de tres meses».

¿QUÉ PUEDEN HACER LOS BOSQUES?

Los logros alcanzados en París fueron considerados por gran parte de la comunidad científica, grupos ambientalistas y gobiernos como un mojón en el análisis y respuesta al fenómeno del cambio climático. Uno de los puntos relevantes establecidos en el documento final es el reconocimiento de los bosques como una herramienta clave para la mitigación de los efectos de este fenómeno. Casi un centenar de los más de 180 países que presentaron contribuciones nacionales a Naciones Unidas prometieron reducir emisiones mediante la preservación o restauración de su masa forestal.

«Los bosques son parte de la biósfera y almacenan carbono. Mediante la fotosíntesis toman anhídrido carbónico (CO2) de la atmósfera, que es un gas de efecto invernadero, lo retiran y lo convierten en biomasa. Por eso, en los bosques del mundo hay una enorme cantidad de carbono stockeado, pero si seguimos deforestando en el orden de 13 o 14 millones de hectáreas por año, la emisión del carbono que estaba secuestrado vuelve a la atmósfera  incrementando el efecto invernadero. Por eso, es importante minimizar la deforestación o eliminarla, pero también es fundamental reducir la degradación de los bosques en el mundo», explicó a Forestal el director de la Unidad Agropecuaria y Cambio Climático del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Walter Oyhantçabal.

Desde el gobierno se prevé que, hacia el año 2030, gracias a las bajas emisiones del sector energético y al incremento de la salud del monte nativo y de la superficie forestada, Uruguay pase a capturar más CO2 del que emite.

La Reducción de Emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la Deforestación y Degradación de los bosques, la conservación y el incremento de las capturas de CO2, también conocida como REDD+, es un mecanismo de mitigación del cambio climático desarrollado bajo la Cmnucc que busca reconocer y proveer incentivos a los países en vías de desarrollo para proteger sus recursos forestales, mejorar su gestión y utilizarlos de manera sostenible con el fin de contribuir a la lucha global contra el cambio climático y sus efectos. Oyhantçabal informó que Uruguay ya comenzó a trabajar en la preparación para formar parte del proceso REDD+. La primera etapa tiene una duración estimada de dos años, para luego iniciar una fase piloto que consiste en desarrollar experiencias concretas en el terreno. El proceso termina al implementar las acciones a gran escala, tras lo cual Uruguay tiene la posibilidad de recibir por parte de este programa de la Cmnucc pagos por resultados en función del nivel de captura de CO2.

Méndez precisó la realidad de Uruguay y aseguró que «los seres humanos estamos deforestando y al deforestar eliminamos los bosques que son una fuente de captura de CO2. Eso sucede en la gran mayoría de los países del mundo, pero no en Uruguay. Somos uno de los pocos países que no permite la reducción de su bosque nativo, y existe la forestación con fines productivos que implica un incremento de la superficie boscosa y por tanto un incremento de la capacidad de captura de nuestro país. Uruguay capturaba más CO2 de lo que emitía. Ahora no es así, pero según nuestras estimaciones va a volver a suceder hacia el año 2030 gracias a las bajas emisiones del sector energético y al incremento de la salud del monte nativo y de la superficie forestada».

Los bosques comerciales son un sumidero de CO2 , que permite aumentar el stock de carbono sobre la superficie (masa boscosa) y debajo de esta (sistema radicular y carbono orgánico del suelo). Este es el caso de Uruguay. Pérez del Castillo afirmó que en lo que respecta al balance de gases efecto invernadero, «si no fuese por la forestación comercial, el balance de gases de efecto invernadero del Uruguay sería altamente positivo (emite más de lo que secuestra), siendo la ganadería la principal fuente de emisión. La diferencia puede parecer sutil, pero es importante. Uruguay emite cierta cantidad de gases de efecto invernadero (independientemente de la forestación), lo que hace la forestación es mejorar el balance al secuestrar gran parte de ellos. Seguimos teniendo un balance negativo, emitimos más de lo que secuestramos, pero antes teníamos una línea de base que era un campo de pradera con poco carbono en suelo, y al poner árboles se logró mayor secuestro de carbono. Eso es lo que hace que la forestación como actividad productiva sea muy beneficiosa en el tema cambio climático».

El gerente general de Carbosur, Agustín Inthamoussu, puntualizó que «el monte nativo también aporta a la mitigación de los efectos del cambio climático, pero en la actualidad, en menor medida que las plantaciones comerciales. Se podrían tomar medidas de manejo del bosque nativo para lograr que se desarrolle mejor, secuestre más CO2 y así aumentar el nivel de carbono retenido por hectárea, a la vez que el productor podría obtener ingresos económicos adicionales. Sin embargo, hoy en día, el secuestro de CO2 atmosférico del monte nativo es menor comparado con los enormes volúmenes que secuestra la forestación comercial. A eso apunta Carbosur al desarrollar el componente de obtención de certificado de carbono a partir de plantaciones comerciales y bosques nativos».

Los bosques comerciales son un sumidero de CO2, que permite aumentar el stock de carbono tanto sobre la superficie, en la masa boscosa, como debajo de esta, en el sistema radicular y el carbono orgánico del suelo.

El jerarca del MGAP fue enfático al opinar sobre el rol que pueden desempeñar los bosques en el marco de este fenómeno climático: «Los bosques son parte de la solución pero las emisiones de carbón y petróleo son tan grandes que lo que los bosques pueden secuestrar no es suficiente. El problema radica en un modelo de desarrollo basado en el uso de energías fósiles. La solución al cambio climático pasa por dejar los combustibles fósiles bajo tierra tranquilitos y  reconvertir los sistemas basados en energía fósil, ahí vamos a solucionar el problema del cambio climático. Esto no se soluciona solo con los bosques. Además, si forestáramos toda la tierra, ¿dónde produciríamos carne, trigo, arroz? Habría un problema de seguridad alimentaria».

LA SEGURIDAD ALIMENTARIA TIENE PRIORIDAD

Para comprender aún mejor por qué los mandatarios en París catalogaron el cambio climático como «amenaza apremiante», es preciso mencionar la incidencia de las consecuencias que este fenómeno tiene sobre la vida humana, particularmente en la seguridad de la cadena alimentaria. En el caso de Uruguay, el 70% de la cadena exportadora se basa en actividades sensibles al clima y una sequía puede costar 1.000 millones de dólares al agro y 1.000 millones de dólares al sistema energético por menor abundancia de agua, según datos proporcionados por Méndez.

La producción de carne vacuna tiene una alta relevancia en los indicadores económicos y sociales del país. En conjunto con la producción ovina, ambas constituyen la principal actividad agropecuaria debido a la extensión territorial que ocupan (casi el 70% del territorio, según Anuario 2014 Opypa) y la importancia en la generación de empleo y divisas para el país. Las características de la dieta de los vacunos y ovinos de Uruguay, basada en pasturas naturales, pauta el perfil de emisiones de la ganadería. En las últimas décadas, y en base a un proceso de cambio técnico, la productividad expresada en kilogramos de carne en pie por hectárea aumentó de manera importante, lo que permitió la disminución de la intensidad de emisiones de este sector. En términos numéricos, la productividad pasó de 65 kg/ha de carne vacuna en pie en 1990 a 90 kg/ha en 2010, según datos publicados en el Primer Informe Bienal de Actualización de Uruguay, elaborado por el Mvotma en el marco del Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático.

Sobre este tema, el gerente general de Carbosur dijo que «en Uruguay, la ganadería es la principal fuente de emisiones, incluso por encima de la energía. Pero hay que tener cuidado con mirar la ganadería solo desde el punto de vista del cambio climático, porque en lo que respecta a las emisiones de gases de efecto invernadero es muy contaminante pero produce alimento, genera divisas, etcétera. La forestación tiene un rol importante en la compensación de emisiones de la ganadería».

Oyhantçabal fue claro al explicar de qué forma puede aportar Uruguay a la mitigación del cambio climático sin perjudicar la seguridad alimentaria, contemplada en el reciente Acuerdo de París como una prioridad absoluta: «Nuestra contribución es producir cada vez más alimentos con menos emisiones por unidad de producto, pero las emisiones absolutas no las podemos bajar. Sí podemos producir cada vez kilos de carne más limpios. Para el MGAP, la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector agropecuario debería enfocarse como un cobeneficio de la producción sostenible cuidando los recursos naturales. El sector forestal puede, en cambio, realizar remociones absolutas de CO2, y nos ayuda a compensar una parte muy importante de las emisiones de metano y óxido nitroso de la ganadería».

En el mismo sentido opinó el jerarca del Mvotma al aclarar que no es posible evitar que la vaca emita metano. En París, Uruguay, junto con otros países puso sobre la mesa la importancia de preservar la seguridad alimenticia y consiguió que la convención reconociera que la reducción de emisiones no puede hacerse a expensas de un riesgo alimentario. Es un objetivo que está por encima de la necesidad de reducir emisiones. «Esto de ninguna forma nos exonera de tomar medidas para reducir nuestras emisiones. De hecho, en la contribución que Uruguay se compromete a hacer, indicamos que si bien no se pueden reducir emisiones absolutas, sí se pueden reducir emisiones relativas. Es decir que podemos lograr producir cada kilo de carne con la menor huella de carbono», indicó Méndez.

Por último, Oyhantçabal reconoció que se habla mucho de mitigación pero no se habla de la adaptación al cambio climático. «Para Uruguay, la asignatura pendiente más importante es la adaptación al cambio climático. Si Uruguay mitiga o no, el planeta no se entera. Pero si nosotros no nos adaptamos a la variabilidad y a los eventos extremos, todo nuestro sistema socioeconómico está en jaque. Ahí hay un rol muy importante para la forestación, porque los bosques, además de producir madera, proporcionan servicios como sombra y abrigo al ganado, entre otras cosas».

NUEVA COORDINACIÓN INSTITUCIONAL PARA TEMAS MEDIOAMBIENTALES. El ingeniero Carlos Colacce fue designado como director de la Secretaría Nacional de Ambiente, Agua y Cambio Climático, creada en la última ley de Presupuesto y que funcionará en la órbita de la Presidencia. El objetivo del nuevo organismo es coordinar con instituciones públicas y privadas la ejecución de las políticas relativas a medioambiente, agua y cambio climático. Colacce es exministro de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, expresidente de OSE y exdirector de la Intendencia de Montevideo.

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jueves 28 de abril de 2016