De aquí y de allá

Trabajar de forma independiente en el sector forestal es todo un desafío. Hacerlo asesorando a clientes para asegurarles que “las cosas van a estar bien hechas”, más. A eso se dedica desde hace más de ocho años Fernanda Romero, ingeniera agrónoma y asesora forestal. Con 24 años de profesión, ha transitado distintos caminos dentro de un mismo rubro que la ha llevado por todo el país y la sigue enamorando.
“No trabajo para nadie y trabajo para todos”, dice, mientras sonríe, Fernanda Romero. Como profesional independiente en el rubro forestal, asesora de forma particular a un grupo muy heterogéneo de clientes. En este camino peculiar se requiere, especialmente, de un espíritu emprendedor y mucha dedicación. Su escritorio parece ser testigo de esta dinámica: se ven libros, cuadernos, movimiento y mucha luz; es un espacio donde el trabajo es cotidiano.
De formación, Fernanda es ingeniera agrónoma especializada en el sector forestal. Se recibió hace 24 años. Su relación con la profesión ha crecido y mutado a lo largo del tiempo, pero queda claro que disfruta mucho de su trabajo y de la forma en la que elige ejercerlo desde hace ocho años, cuando dio por finalizada una sociedad en la que tenía a cargo a 120 personas. “Hoy brindo un asesoramiento integral, desde que se planta hasta que se cosecha”, explica.
“El pasaje a la independencia fue difícil por un tema económico”, asegura. Cuando tomó la decisión, Fernanda tenía tres hijos que, por entonces, eran niños. Fue arriesgado dar ese paso, pero no se arrepiente. “Una vez que entrás en este camino y te va medianamente bien es un viaje de ida porque tenés la posibilidad de elegir”, dice la ingeniera.
UN CAMINO RECORRIDO
Si bien Fernanda dice entre risas que ya no sabe de dónde es, nació en Santa Lucía, Canelones, donde vivió su niñez y adolescencia. A los 19 años migró hacia Montevideo, donde estudió la carrera de Agronomía en la Universidad de la República. “En aquella época solo existía la formación de Ingeniero Agrónomo y la especialización posterior en forestación, que duraba dos años”, cuenta. Eso fue lo que hizo. “Ahora, por suerte, está la carrera de Ingeniería Forestal en el Centro Universitario de Tacuarembó”, comenta.

Fernanda se recibió en 1990, cuando la Ley Forestal promulgada durante el gobierno de Julio María Sanguinetti (1987) empezaba a darle mayor espacio a la forestación. Hasta entonces, ella sabía que quería dedicarse al área de la floricultura o de bosques nativos, pero no específicamente a la forestación productiva. Sin embargo, empezó a desempeñarse en el sector antes de recibirse, le encantó y ya no volvió a dudar.
“Empecé a trabajar en 1996 en una empresa española. Aprobé mi tesis en diciembre de ese año y dos días después me mudé a Fray Bentos”, cuenta Fernanda. En ese tiempo, en el litoral había áreas de plantación, pero pocas empresas en el rubro. “Era todo muy diferente”, recuerda.
En Fray Bentos, Romero se inició en la selección de árboles para el mejoramiento genético. Recorría campos y seleccionaba los ejemplares para producir clones para la plantación forestal. Una vez finalizada esa etapa de trabajo, ella misma avanzó hacia el vivero, es decir que, tras haber seleccionado los árboles, se dedicó a reproducirlos para generar plantines que más adelante serían, valga la redundancia, plantados.
Allí trabajó dos años y medio. Después se mudó a Rivera y, si bien continuó en el rubro forestal, migró a la labor con pinos. “Era un proyecto de plantación de pino para uso de madera sólida”, explica. En esa compañía trabajó 14 años hasta que, en 2007, montó junto a una socia su propia empresa dedicada al asesoramiento; esta alcanzó grandes dimensiones.
DESDE EL VAMOS
Hoy, Fernanda elige ejercer la profesión de manera independiente. Se dedica exclusivamente al sector forestal y lo hace “desde el vamos”. ¿De qué manera? Los clientes la contactan para pedirle asesoramiento en las inversiones desde el principio. “Me llegan muchos casos de clientes que necesitan saber qué campo comprar, qué restricciones tienen, cuáles son los requerimientos estatales y de qué manera se puede certificar la producción”, explica.
Una vez comprendidos estos puntos, Romero brinda asesoramiento en el proceso de adquisición de plantas y en la misma plantación. La mayoría de sus clientes son extranjeros, sin embargo, también hay casos de personas o empresas uruguayas que quieren incursionar en la forestación y eligen hacerlo con un acompañamiento profesional para asegurar buenos resultados.
EL DÍA A DÍA
“Todas las personas que trabajamos con recursos naturales tenemos que estar pendientes del clima”, dice Fernanda; y tiene razón. Por eso, su semana laboral comienza los domingos, cuando se toma un rato para analizar el pronóstico del tiempo de cara a los próximos días. En función a eso, organiza cuáles serán los “días de escritorio” y los “días de campo” en la semana entrante.
De lunes a viernes, se levanta antes de las seis para aprovechar la mañana y planificar la jornada. Si bien las tareas cambian día a día, hay algunas actividades que se mantienen fijas, como la revisión del Sistema de Información Geográfica, a través del que arma mapas te máticos que indican dónde deben hacerse las plantaciones, qué productos van a utilizarse y en qué momentos, entre otras cosas.
Los días que le toca ir al campo, Fernanda emprende viaje en su camioneta desde Tacuarembó y nunca hace menos de 200 kilómetros. Una vez allí, aprovecha para analizar cómo está la plantación, evaluar si los manejos se hicieron de manera correcta y conversar con los contratistas. “Hablo con mucha gente durante el día cuando estoy en el campo, porque hay mucho proceso de formación con las personas que trabajan allí”, explica.
“Me llegan muchos casos de clientes que necesitan saber qué campo comprar, qué restricciones tienen, cuáles son los requerimientos estatales y de qué manera se puede certificar la producción”.
Con respecto a su semana, Fernanda reconoce que, si bien “en teoría” intenta trabajar de lunes a viernes, “en la práctica” siempre termina dedicándole algunas horas más a estas labores durante el fin de semana. Sobre todo, en momentos especiales como durante la cosecha. “Cuando tengo clientes en ese proceso es todo más demandante y estoy siempre a las órdenes, siempre atenta al teléfono, viendo cómo van los camiones que levantan madera y demás”, cuenta.
EL CAMPO, UN CABLE A TIERRA
Fernanda es una apasionada de su profesión, no quedan dudas: le gusta lo que hace y cómo lo hace. Sin embargo, ante la pregunta acerca de qué disfruta más y qué disfruta menos, ella es clara y contundente. Se nota, cuando responde, que no es la primera vez que lo piensa.
“El campo me encanta y el análisis de datos también. Me fascina analizar información, sobre todo la parte de divisiones de árboles para saber qué volumen hay, cuánto vale un bosque”, dice. Pero hay más: confiesa que disfruta mucho del trabajo con los mapas, algo cotidiano para ella.

Donde la pasión flaquea es en lo que tiene que ver con los trámites y la burocracia. “Como estoy relacionada con los trámites de autorización del Estado para las plantaciones, tengo que llevar a cabo esas tareas, que toman mucho tiempo y me agota. Es desgastante”, dice. Los tiempos no dependen de ella y eso, naturalmente, dificulta las cosas. “Por eso, si no voy al campo me vuelvo loca, es la vía de escape”, asegura.
La independencia y el perfil de su rol son otros de los aspectos que valora especialmente. “Yo no soy una contratista forestal común o una empresa grande con profesionales a cargo. Como asesora, planifico las tareas, ayudo a analizar costos y organizar el trabajo. Mis clientes saben que yo coordino todo para que las cosas salgan bien. Les ofrezco la seguridad de que las cosas van a estar bien hechas en base a sus requerimientos y las exigencias del Estado”, explica.
“Hoy puedo elegir dónde y con quién trabajar, y eso no es tan sencillo de lograr siendo parte de una empresa”, reflexiona Fernanda. Por supuesto, el modelo de trabajador independiente también presenta sus propias complejidades. La falta de un sueldo fijo, la incertidumbre y la planificación de las licencias son algunos de los desafíos que enfrenta. “Me llevó un tiempo lograr estabilidad de clientes y formatos, pero me gusta”, concluye.
UN POCO DE TODOS LADOS
Hace dos años, junto a su marido ‒quien también se desempeña en el rubro forestal‒ se mudaron a Tacuarembó. “El trabajo de alguno de los dos siempre nos termina moviendo por el país”, reflexiona. Sus tres hijos ‒hoy de 24, 23 y 21 años‒ crecieron en Rivera, pero ahora viven en Montevideo por motivos de estudio y eso les dio libertad para avanzar con la mudanza.
En la ciudad de Tacuarembó, Fernanda disfruta de hacer deporte el tiempo que tiene libre. Cuando puede, sale a caminar y está pensando en volver a tomar clases de voleibol. Si bien dice que no tiene un hobby en particular, disfruta mucho de la vida cultural a través del cine y el teatro.
En cuanto a sus amigos, gracias a su carrera y a su profesión, Fernanda ha generado “barritas” por todo el país. En la carrera de Agronomía conoció a personas de “todo el Uruguay, pero después, en cada lugar me he hecho amigos que van quedando en cada zona y que cada tanto visito”, dice.
Desde los viveros en Fray Bentos hasta su oficina iluminada en Tacuarembó, el camino recorrido por Fernanda Romero la ha llevado a acumular experiencias por todo Uruguay. Hoy continúa disfrutando del rumbo que eligió, con la convicción de que cada desafío superado fortalece sus raíces y las de aquellos que acompaña.