Aportar a la biodiversidad desde la forestación
Por Ignacio PintosGalería, Inundable, Ribereño, de Quebrada, Serrano, y también Bañados, Caraguatales, Pastizales, Pajonales y Palmares son los nombres populares de algunos de los ecosistemas más representativos del país que se encuentran dentro de predios forestados. Según de qué vegetación se trate, las empresas forestales encuentran o descubren especies, desde las más comunes a las que se creen casi extinguidas. Aves como el sabiá (Turdus amaurochalinus), el chingolo (Zonotrichia capensis) y el churrinche (Pyrocephalus rubinus) son muy frecuentes en los montes forestados uruguayos.
Pero dentro de los predios, más allá de las plantaciones, aparecen otras especies poco comunes: el tiotío ojo rojo (Scirpus giganteus) de los pastizales y pajonales, la pajonalera de pico recto (Limnoctites rectirostris) en Caraguatales, y de gran importancia científica, la rana monito de los bosques serranos o la viudita blanca grande también de pastizales.
La premisa «conocer para preservar» funciona como frase de cabecera para varias empresas forestales. Y bajo ese concepto trabajan. Los cultivos forestales son ecosistemas donde viven especies que se relacionan entre sí y con su medio físico, y las plantaciones implican cambios sobre el ambiente original. Por esta razón, a las empresas se les exigen criterios de sustentabilidad ambiental para conservar los recursos naturales de cada predio, y un sistema de monitoreo que permita detectar los cambios.
Así, guiadas por los controles y certificaciones que garantizan las buenas prácticas ambientales, las empresas se encuentran con una riqueza de conocimiento sobre biodiversidad. Conocimiento que contiene un doble valor: el aporte científico y la concientización y difusión que promueve la conservación.
Los principios y criterios de las certificaciones funcionan como herramienta para cubrir las necesidades sociales, ecológicas y económicas actuales pero sin comprometer el de las futuras generaciones. Un concepto de desarrollo sustentable que trasciende a las forestales y está en la agenda de toda sociedad.
La investigación y difusión de conocimiento es un desafío constante para las empresas. El objetivo de quienes trabajan en este sentido: que el miedo a lo desconocido se transforme en curiosidad. Un ejemplo. Durante 2011 se celebró el Año Internacional de los Bosques y con motivo de la conmemoración, Forestal Atlántico Sur (FAS) realizó una recopilación de información que se materializó a comienzos de 2012 con la publicación del libro Fauna de los Bosques del Uruguay (Giancarlo Geymonat, Raúl Lombardi, Rossana Berrini). Una guía fotográfica de más de 300 especies frecuentes en los bosques, ambientes naturales asociados y cultivos forestales. Se divide entre anfibios, reptiles, aves y mamíferos.
La guía, que ya recorrió varias escuelas rurales, representa un orgullo para la empresa. Contiene información sobre especies que se observaron en predios propios. Además, incluye algunas especies raras, consideradas extinguidas, a los efectos de generar información sobre su estado actual. Es el caso del lobo grande de río (Pteronura brasiliensis), especie «probablemente extinguida». En la categoría de especies «raras» la guía cita, por ejemplo, al coatí (Nasua nasua) dentro de los mamíferos, al sapito de San Martín (Melanophryniscus sanmartini) entre los anfibios y al pato cuchara (Anas platalea) entre las aves.
Uno de los autores e impulsor de la publicación, el biólogo Raúl Lombardi, explicó a Forestal que no es un manual especializado sino que se dirige a un público amplio. «Esto es para el niño de la escuela, para el empleado de FAS y para cualquier montevideano, porque no es necesario ir al medio de la selva para cruzarte con alguna de las especies mostradas. Por eso la concientización debe ser general», apuntó.
En el caso de Weyerhaeuser, desde su instalación en el país se creó una línea de investigación específica para evaluar el impacto del cultivo forestal en el suelo, agua y biodiversidad de Uruguay. Uno de los trabajos que destaca la empresa fue realizado junto a la Facultad de Ciencias, utilizando arañas como indicadores de biodiversidad, así como diversos relevamientos de aves y otra fauna. Juan Pedro Posse, gerente de Desarrollo Técnico de la empresa, agregó que en esa misma línea, a través de una tesis de doctorado, se realizó «un relevamiento en los cambios florísticos de la pastura en distintas etapas de desarrollo de los bosques».
Además de la investigación, la empresa debe contar con prácticas que aseguren el control y mitigación de los impactos. Posse resaltó que una de ellas es la metodología para detectar individuos de fauna autóctona.
Por otro lado, hay ocasiones en que surgen conocimientos que superan lo que estaba previsto. Desde Weyerhaeuser, Joaquín Castro aportó un ejemplo concreto. En un predio determinado, la empresa iba a monitorear la especie Agarista euclayptoides, planta sobreviviente de la mata atlántica que se encuentra únicamente en las cornisas de los cerros chatos del norte y se considera una conexión entre la flora existente en el pasado y la mata atlántica. «Sucedió que se encontró durante uno de los monitoreos una comunidad impresionante de Myriciaria delicatula, de lo cual no teníamos referencia. Como resultado decidimos conservar ese sitio e incluirlo en el monitoreo», explicó Castro.
La empresa detectó que algunos cambios en la intensidad del pastoreo permitieron regenerar algunas áreas con pastizal similar a los pastos nativos de la región. «Eso permitió detectar aves que se consideraban raras como la viudita blanca, que tiene el hábito de pararse en el tope de pastos altos, pero debido al pastoreo continuo no lo hacía», relató Castro.
Para definir un área de alto valor de conservación, se relevan los atributos biológicos de las áreas naturales y el trabajo continúa junto a expertos independientes, organizaciones públicas y académicas.
LA GUÍA DE LAS CERTIFICACIONES
Hay controles y certificaciones que funcionan como guía de esta conservación. Las certificaciones son herramientas que ayudan a gestionar los recursos forestales de forma sostenible. Se trata de un concepto de desarrollo sustentable que trasciende a las forestales y está en la agenda de toda sociedad.
La ingeniera agrónoma Inés Bocage, consultora en Gestión Forestal de la empresa FAS resalta este concepto: los estándares internacionales «nos sirven de guía para una mejor conservación. Además, nos permite demostrar a terceros la gestión responsable de la empresa sobre los recursos naturales, la gestión en responsabilidad social y por supuesto nos posiciona mejor en términos comerciales».
Todos los bosques tienen un valor ambiental y social. Sin embargo, hay algunos en que esos valores son muy significativos, y necesitan un monitoreo y manejo especial para conservarlos. Esas áreas se denominan bosques (o áreas) de Alto Valor de Conservación. El concepto surge en el marco del FSC y actualmente no solo se aplica a bosques sino a cualquier área natural o seminatural (AAVC).
«Los animales deben poder moverse de un lado a otro porque de lo contrario, a largo plazo, se extinguen. No hay que gastar esfuerzos en preservar esas áreas por separado. Hay que mantenerlas unidas porque por más pequeña que sea, es por ahí donde circula la fauna». Raúl Lombardi, FAS
Para que un área sea considerada de alto valor de conservación tiene que presentar atributos ecológicos, servicios ecosistémicos y/ o funciones sociales relevantes o críticas. Para definirla, se relevan los atributos biológicos de las áreas naturales y el trabajo continúa junto a expertos independientes, organizaciones públicas y académicas.
Durante el monitoreo e investigación, las empresas acceden a conocimientos vitales para el manejo de las plantaciones. En ese sentido, dos conceptos importantes son el corredor biológico y el ecotono. El primero es una conexión natural entre dos o más áreas naturales que permite un intercambio de flora y fauna. Pueden ser bosques, pastizales, bañados u otros ambientes que evitan la fragmentación de los hábitats generada por las actividades humanas. El ecotono es una transición entre dos o más comunidades diferentes porque entre ellas no hay límites estrictamente definidos. Entre un bosque y otro se conforman ecotonos muy valiosos para la biodiversidad.
Lombardi, que trabaja en FAS desde 2007 en un plan de monitoreo en áreas de conservación, explicó a Forestal la importancia del sistema de corredores. «Los animales deben poder moverse de un lado a otro porque de lo contrario, a largo plazo, se extinguen. No hay que gastar esfuerzos en preservar esas áreas por separado. Hay que mantenerlas unidas por- que por más pequeña que sea, es por ahí donde circula la fauna».
La dificultad que plantea la idea de Lombardi es que aún no existe un trabajo formalmente diseñado entre las empresas para conservar conjuntamente los corredores biológicos que comparten.
Al respecto, un primer paso hacia el trabajo conjunto lo comentó a Forestal Iván Grela, jefe de Medio Ambiente y Certificación de UPM Forestal Oriental. «En la identificación de regiones con valor biológico estamos aplicando metodologías en conjunto con otra empresa forestal con la que compartimos territorio».
Al respecto de los ecotonos, Lombardi indicó: «el control de la franja que hay entre los bosques naturales y los bosques forestales es fundamental. El mayor número de peces está ahí. En el cuidado de esa franja surgen datos y controles que permiten disminuir el impacto de la forestación».
LA NECESIDAD DEL CAMBIO CULTURAL
La posibilidad de lograr una conservación sustentable depende de factores tan complejos como las construcciones sociales y culturales de una comunidad. De ahí la necesidad de ser amplios en la concientización. Desde FAS entienden que la difusión del libro está en ese camino.
Para la empresa, la guía que elaboraron es un importante punto de partida. La expectativa es que de la interacción entre el conocimiento técnico del libro y el conocimiento cotidiano de cada poblador local se genere más y mejor información, vital a la hora de establecer programas de monitoreo y conservación de la biodiversidad.
Lombardi resaltó que se puede hablar de un cambio cultural a raíz de la concientización. «Ahora muchos lugareños, en vez de disparar sacan una foto. Y sé que muchos de los mejores fotógrafos eran cazadores. Se aprendió que si cazás te vas a quedar sin especies. El abc de la conservación es que para cuidar algo tenés que conocerlo y quererlo», dijo. En esa misma línea, desde Weyerhaeuser, Castro expresó que el logro más importante de la empresa fue generar una cultura que promueve el cuidado del entorno. «Logramos que nuestros empleados sean conscientes; por ejemplo, en la gestión de los residuos: entender que un derrame no es normal y hay que atenderlo, o que salir a cazar indiscriminadamente está mal», expresó.
La investigación y promoción de conocimiento sobre la biodiversidad es un desafío permanente para las empresas del sector. Pero también es necesario fortalecer los lazos, no solo entre las empresas forestales, sino también con otros sectores productivos, porque la biodiversidad es de todos y la responsabilidad por conservarla también.
FORESTALES JUNTO A ONG. El desafío por conservar la biodiversidad logró unir a la forestación con Organizaciones no Gubernamentales (ONG). Es el caso de UPM Forestal Oriental y su trabajo junto a Aves del Uruguay y Vida Silvestre. Iván Grela calificó como «netamente positiva» la experiencia que desde hace dos años mantienen con las ONG. «UPM Forestal Oriental gestiona una red de áreas protegidas (más de 5 mil hectáreas de la empresa son de Alto Valor de Conservación (AVC). Tomando como base la complementariedad de tipos de ambiente y especies amenazadas, algunas ONG lo visualizaron como algo positivo donde aportar su conocimiento para mejorar la gestión». En su trabajo de monitoreo para analizar la importancia de la fauna y flora en lo nacional y predial, desde 2011 UPM Forestal Oriental trabaja con ambas ONG a fin de analizar la efectividad de sus AVC y conocer pautas para su mejor manejo.
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